2022/06/23

Friedrich HÖLDERLIN

 Friedrich Hölderlin (Lauffen am Neckar, 20 de marzo de 1770 – Tubinga, 7 de junio de 1843) fue un poeta lírico alemán. Su poesía acoge la tradición clásica y la funde con el nuevo romanticismo.

Tal y como explican Ruiza, Fernández y Tamaro, «La obra de Hölderlin tiene en su eje central el intento de hallar el sentido y esencia de la lírica en los momentos históricos convulsos que le tocó vivir. Los juveniles Himnos (1793), en los que canta a la belleza, la libertad y el genio de la adolescencia, sufren aún la influencia de Schiller y ensalzan los «ideales de la humanidad». Las Elegías (1793), sobre todo «Grecia» y El destino», son ya un lamento por lo desaparecido e incluyen una propuesta fundamental en Hölderlin: el impulso hacia un nuevo helenismo. Hiperión (1797-1799) es un texto a mitad de camino entre la novela epistolar y la llamada ‘de iniciación‘, que comparte también las características confesionales de un diario íntimo y anticipa múltiples aspectos de la sensibilidad romántica».

Maltratado por la enfermedad mental, «en su poesía hay algo, por encima de la forma, de río incontenible, de exaltación, de aliento enardecido por un fuego mortal y propio, y puede ser quizás que ese meollo, esa substancia ya trufada por la locura, vaya abriéndose paso desde el éxtasis a la sinrazón», explica Roger Salas.

A LA ESPERANZA

Oh esperanza, amable, indulgente,
tú que no desdeñas la casa de los afligidos
y, aunque noble, como sirviente actúas
entre mortales y potencias celestes.

¿Dónde estás? Poco he vivido, mas ya alienta fría
mi noche y silencioso, como las sombras,
estoy aquí. Privado ya de cánticos
se adormece en mi pecho el corazón estremecido.

En el verde valle, allí donde la fresca fuente
de las montañas a diario mana y el hermoso
cólquico florece para mí en los días de otoño,
allí, en la calma, ¡oh clemente! Quiero

buscarte o cuando en la medianoche
la vida invisible bulle en los bosques
y sobre mí brillan esas flores
siempre alegres, las estrellas,

aparece entonces, oh tú, hija del éter,
desde el jardín de tu padre y, si no se te permite
acudir corno espíritu de la tierra, estremece,
¡oh estremece mi corazón bajo otra apariencia!


Canto del destino de Hiperión

Vagáis arriba en la luz,
en blando suelo, ¡genios felices!
brisas de Dios, radiantes,
suaves os rozan
como los dedos de la artista
las cuerdas santas.

Sin sino, como infantes
que duermen, respiran los dioses;
resplandecen
en casto capullo guardados
sus espíritus
eternamente.
Y en sus ojos beatos
brilla tranquilo
fulgor perpetuo.

Mas no nos es dado
en sitio alguno posar.
Vacilan y caen
los hombres sufrientes,
ciegos, de una
hora en la otra,
como aguas de roca
en roca lanzados,
eternamente, hacia lo incierto.

A Diotimia (1)

Ven, y el júbilo mira en redor; en céfiros suaves
          vuelan las ramas del bosque,
como agita los bucles la danza; tal en liras sonoras
          un espíritu alegre,
con la lluvia y el sol el cielo canta en la tierra;
          como en plácida lid
se oye sobre las cuerdas de fugitivas tonadas
          múltiple enjambre vibrar,
vagan sombras y luz en melodioso contraste
          sobre las cimas del monte.

Suave, con rútilas gotas el cielo acaricia
          al arroyo, su hermano,
que ya viene agitando la carga preciosa
          que hay en su corazón,
y sobre el río y el bosque...

. . . . . .  . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Y del bosque el verdor, y la imagen del cielo en la linfa
          tiembla y muere ante nos,
y de los montes en las cimas, y cabañas y rocas
         que esconde en su regazo,
las colinas que en derredor, dormidos corderos,
          y entre ramas floridas
como en suave lana, se abrevan en fuentes del bosque,
         refrescantes y claras,
y los valles brumosos, sus simientes y flores
         y los jardines, todo
cerca y lejos se esfuma, se esfuma en gayo tumulto
         y se va con el sol.

Pero el rumor de las olas del cielo ya se ha extinguido
          y más puros y jóvenes.
surgen del baño la tierra y sus hijos beatos.
          vivo y alegre
brilla el verde del soto, las áureas flores rutilan,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
blanco, tal el rebaño que al río empuja el pastor.

Eleusis

(fragmento del poema que le dedicara Hegel a Hölderlin)

Y tu imagen, querido, se presenta ante mí; tu imagen

y el placer de los días que han huido, aunque pronto los borra

la dulce espera de volver a vernos...

Se me presenta la escena del abrazo

anhelado, fogoso; más tarde las preguntas, el interrogatorio

más profundo, recíproco,

tras cuanto en actitud, expresión y carácter

el tiempo haya cambiado en el amigo... placer de la certeza

de hallar más firme, más madura aún la lealtad de la vieja alianza, alianza

sin sellos ni promesas,

de vivir solamente por la libre verdad

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