2022/03/28

Vicent Andrés y Estellés

 

Vicent Andrés Estellés nació el 4 de septiembre de 1924 en Burjassot, Valencia. Su padre tenía una panadería. Cuando estalló la Guerra Civil Española tenía doce años. En la adolescencia aprendió el oficio de panadero y más adelante se dedicó a la orfebrería. En esta época empezó a escribir teatro.
En 1942 publivó su primer artículo en el periódico  "Jornada" y consiguió una beca para la Escola Oficial de Periodisme de Madrid.
Volvió a Valencia en 1948 y empezó a ejercer el periodismo en Las Provincias, a la vez que iba publicando sus poemas.
En 1953 pudo publicar su primer librp: Ciutat a cau d´orella.
Dos años más tarde se casó con Isabel Llorente con la que tuvo una hija que murió a los cuatro meses, pero tuvieron dos hijos más.
Su poemario Donzell amarg, publicado en 1958, quedó finalista del Premi Óssa Menor.
Trabajó prácticamente tda su vida en el diario Las Provincias, y fue nombrado redactor jefe en 1958, sin embargo el peródico se decantó contra la difusión cultura del valenciano, lo cual le causó una rofunda contradicción, ya que necesitaba el empleo para subsistir y por otro lado su poesía simbolizaba exactamente la postura contraria. En 1971 se decidió a publicar sus poemas en diferentes poemarios en valenciano que lo llevarían al cese en el periódico, fue jubilado obligatoriamente a los 54 años. Sin embargo los reconocimientos públicos como poeta se enlazaron con el Premi Lletra d´Or y en 1978 el Premi d´Honor de les Lletres Catalanes.
El movimiento de la Nova Cançó contribuyó  a la difusión de su obra, especialmente Ovidi Monitor.
Murió en Valencia el 27 de marzo de 1993.
Se le considera como el principal renovador de la poesía valenciana contemporánea, similar a la que tuvieron en otras épocas Ausiàs March y Joan Roís de Corella
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MAÑANA SERÁ UNA CANCIÓN

Ab dol, ab gauig, ab mal, ab sanitat.
Pere March


Animal de recuerdos, lento y triste animal,
ya no vives, sólo recuerdas. Ya no vives, sólo recuerdas
haber vivido alguna vez en alguna parte.
Felicidad suprema, la hora de escribir los versos.
No los versos astillados, apresurados, que escribías,
sino los versos solemnes —¿solemnes?— del recuerdo.
Te permites recordar con un paisaje y todo:
las butacas del cine, el film que se proyectaba,
al que no hicisteis ningún caso, claro está;
y evocas la Albereda, las ranas del río,
las carcasas abriéndose en el cielo de la feria,
toda Valencia en llamas la noche de San José
mientras hacíais el amor en aquella terraza.
Animal de recuerdos, lento y triste animal,
ahora evocas y piensas en la carne fresca y suave
por donde tus manos o tus besos andaban,
la gloria de unas telas alegres y ligeras,
los caballetes de tejas enmohecidas, la maleza
que crecía, adorable, de pronto, entre unas tejas.
Animal de recuerdos, lento y triste animal.

 

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