2021/11/18

Miquel Martí i Pol

Poeta y ensayista catalán nacido en Roda de Ter en 1929. Desde los diecinueve años, -aquejado por una tuberculosis que lo obligó a recluirse en cama durante un año-, se convirtió en lector infatigable, iniciando una brillante carrera poética que lo consagró como el más leído poeta catalán. Su primera publicación, "Palabras al viento" en 1954, fue seguida, entre otras, por "Quince poemas" en 1966, "El pueblo" en 1971, "La fábrica" en 1972, "La piel del violín" y "Amada Marta" en 1979, "Las claras palabras" en 1980 y "Un invierno plácido" en 1994. Fue galardonado con el Premio de la Crítica, el Premio Ciutat de Barcelona (en Poesía y Traducción), el Premio de Honor de las Letras Catalanas en 1991, la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes 1992, la Cruz de Sant Jordi, el Premio Nacional de Literatura 1998 y la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya en 1999. Fue miembro de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana. Falleció en noviembre de 2003 víctima de una esclerosis múltiple que lo aquejaba desde 1970
Ahora mismo

Ahora mismo enhebro esta aguja
con el hilo de un propósito que no digo
y me pongo a remendar. Ninguno de los prodigios
que anunciaban taumaturgos insignes
se ha cumplido, y los años pasan de prisa.
De nada a poco, y siempre con el viento de cara,
qué largo camino de angustia y de silencios.
Y estamos donde estamos, más vale saberlo y decirlo
y asentar los pies en la tierra y proclamarnos
herederos de un tiempo de dudas y de renuncias
en que los ruidos ahogan las palabras
y con muchos espejos medio enmascaramos la vida.
De nada nos vale la añoranza o la queja,
ni el toque de displicente melancolía
que nos ponemos por jersey o corbata
cuando salimos a la calle. Tenemos a penas
lo que tenemos y basta: el espacio de historia
concreta que nos corresponde, y un minúsculo
territorio para vivirla. Pongámonos
de pie otra vez y que se sienta
la voz de todos solemne y claramente.
Gritemos quién somos y que todos lo oigan.
Y al acabar, que cada uno se vista
como buenamente le apetezca, y ¡adelante!
que todo está por hacer y todo es posible.

Si fueses tierra crecería en ti

y daría frutos de una rara dulzura,

sería fiel a los caminos que te surcan la piel

y a los ríos secretos que te atraviesan la entraña.

Si fueras mar pediría prestado el viento

para desvelarte remotísimos ecos.

Si fueras lluvia te recibiría todo desnudo.

Si fueras bosque amaría la sombra.


TODO ES PROPICIO

 

Todo es propicio en tus ojos que me abren

profundas vastedades, todo se me revela

denso como la tarde detrás de las cortinas.

 

No me quiero encontrar solo.

                                        En el centro del silencio

que me envuelve estás tú, y el tacto cálido

de aquellas manos con que recoges la vida

que, esperanzado, a manos llenas te doy.


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