Educado en casa por su padre, un consejero y abogado retirado, con 16 años se trasladó a Leipzig para estudiar en la universidad, donde escribió sus primeros poemas. Aficionado también al arte, dibujó a lo largo de toda su vida, además de interesarse activamente por todos los campos del saber, desde la política hasta la biología o la historia.
Dejando atrás su época romántica, en la que había escrito obras paradigmáticas como Los sufrimientos del joven Werther, y en la que había iniciado su obra maestra, Fausto, en la que siguió trabajando a lo largo de su vida, viajó por Italia y se enamoró cada vez más de la antigüedad clásica, abrazando el clasicismo también en su literatura.
En Weimar había conocido a Friedrich Schiller, a quien le unió una gran amistad, y que lo animó a completar Fausto, que apareció finalmente publicado en 1808.
EL PESCADOR
Hinchada el agua, espumajea, mientras sentado el pescador que algún pez muerda el anzuelo plácido aguarda y bonachón. De pronto la onda se rasga, y de su seno-¡oh maravilla!- toda mojada, una mujer saca su grácil figurilla.
Y con voz rítmica le increpa: -¿Por qué, valiéndote de mañas, hombre cruel, tiras de mí para que muera en esta playa? ¡Si tú supieras qué delicia allá se goza bajo el agua, tal como estas te arrojarías al mar, dejando en paz la caña!
¿No ves al sol, no ves la luna cómo en las ondas se recrean? ¿Doble de hermosos no parecen cuando en las agujas se reflejan? ¿No te seduce el hondo cielo cuando su azul, húmedo muesta? Cuando este aljófar lo salpica, ¿del propio rostro no te prendas?
Hinchada el agua, espumajea, del pescador lame los pies; siente el cuitado una nostalgia, cual si a su amada viera fiel. Cantaba un tanto la sirena, todo pasó en un santiamén; tiró ella de él, resbaló el hombre, nunca más se dejó ver.
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