2022/03/24

Begoña ABAD DE LA PARTE

Begoña Abad 

Begoña trabaja para vivir, aunque eso es solo puro accidente. Lo que ha dado verdadero sentido a su vida ha sido descubrir la magia y el poder de la palabra; y lo más importante que ha hecho en ella, ha sido caminar de la mano de sus hijos y creer en el ser humano.

En su día plantó un árbol y -ahora que ya sabe volar- está en la tarea de conseguir su mayor deseo: no desear.

Begoña nació en 1952, en Villanasur del Río Oca (Burgos), y empezó a escribir poemas y relatos desde el Bachillerato. Entre sus últimas obras publicadas caben señalar sus colaboraciones en diversas antologías: La otra voz. Poesía femenina en La Rioja (1982-2005) (4 de Agosto, 2005); y en las sucesivas ediciones de Voces del Extremo: Poesía y Vida; Poesía y Capitalismo; Poesía y Magia (Fundación Juan Ramón Jiménez, 2006, 2008 y 2009); Voces del Extremo: Poesía y tecnología (Ayuntamiento de Béjar, Salamanca 2009); Aldea Poética IV: SXO (Ópera Prima, 2009);Mujeres en su tinta: Poetas Españolas en el siglo XXI (Universidad Nacional Autónoma de México, 2010) y 50 Poetas Contemporáneos de Castilla-León (Hontanar, 2011).



Yo fui una niña mujer

y ahora soy una mujer niña.
Cuando debía jugar a las muñecas
ya sostenía niños de verdad en brazos
y me perdí el asombro de descubrir
que la vida es un infinito modo de caminar.
Ahora que debería sentir los brazos
cansados,
como me nacieron alas,
ando volando por encima del mundo que
me fue negado
y desde el aire puedo ver los atajos
que, ahora sé, llevan al mismo lugar.


Mi abuelo no salió de su pueblo.
El pueblo tenía cuatro casas,
cuatro calles, cuatro caminos,
cuatro vecinos, cuatro perros.
No había en él ni obispos, ni ministros,
ni putas, ni altos cargos,
no había empresas, ni banca, ni iglesia había.
En realidad no salió nunca de su molino.
Ya es casualidad que por aquel lugar,
remoto y olvidado,
acertara a pasar la vida.
Mi abuelo hablaba poco, pero sabía mucho,
todo lo aprendió mirando la muela
que, implacable, con el mismo eterno movimiento,
machacaba siempre el grano, hasta hacerlo polvo.


No necesito un hijo que me quiera,
ni que sea feliz, ni hermoso,
ni que triunfe y me sonría,
ni un hijo que me cuide,
me proteja, me tutele.
Necesito, simplemente,
un hijo que me sobreviva
y al que poder amar hasta el final.
Si me faltara,
¿qué haría yo con tanto amor
como me crece para él
cada mañana

NADA SOY

Cuando paseo en el bosque, árbol soy
y soy el sol que se filtra entre las hojas,
el aire que las mueve o el insecto que las habita.
Y si es el mar lo que contemplo
me hago ola mansa y espuma y pájaro marino.
Si escucho música me transformo en nota
o en prolongado silencio del pentagrama.
Cuando es el cielo lo que veo
ando volando, pues nube me hago,
o lluvia fina, nieve a veces o hielo transparente.
Piel se hace mi piel junto a la tuya
y mano en la caricia y ojos en tu mirada,
en palabra que pronuncias, me reconozco.
Y cuando avanzo hacia ti, soy tú.
Lo soy todo y nada de eso soy.

EL ACEITE

En lugar de decirme te quiero
mi padre me regalaba aceite
y mi madre me cosía la ropa.
Les domaron de niños de esta manera
y aún peor…
Nacer en aquel tiempo oscuro
en el que, a falta de pan,
se comían las palabras mejores
y olvidaban su significado.
Me ha llevado toda la vida
aprender su idioma,
pero me han quedado secuelas:
nunca coso por si acaso
y cuando miro el aceite
las manos me llevan a tu encuentro
y escribo poemas.
Para aprender a amar
hay que nacer muchas veces.


***

Últimamente dedico horas y horas
a mirar a mi madre.
Su lentitud y su tesón
para buscar las gafas,
para buscar las llaves,
para buscar lo que necesita.
Aprendo el modo de buscarla a ella,
para cuando me falte.

MIGAS Y COPLAS

¡Qué pequeña mi vida!,
pienso mientras recojo las migas de pan
después de cada comida y las guardo con cuidado,
estos gestos diarios que me recuerdan a mi madre.
Me pregunto si seguiré guardando esas migas para los pájaros
que salen cada día al encuentro de sus pasos
cuando la ven llegar, con el delantal
sujeto  por los vértices y su mano alzada,
como sembrando vida.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy,
pían los gorriones que la conocen
y ella canturrea…
tú me acostumbraste
a todas esas cosas
y tú me enseñaste
que son maravillosas…
No sé si es su voz o la mía, las confundo.
Yo respondo para mis adentros el estribillo…
pero por qué no me enseñaste
cómo se vive sin ti.


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