Su nacimiento se produjo el 8 de agosto de 1884 en Saint Louis (o San Luis, en nuestra lengua), una ciudad del estado de Missouri (Misuri). Su frágil salud hizo que se formara en su casa hasta los 10 años, cuando pudo comenzar a ir a la escuela.
En 1907, Teasdale presentó su primer poema en la publicación literaria Reedy’s Mirror. Ese mismo año logró lanzar su poemario debut, que tituló “Sonnets to duse and other poems”.
Pasarían cuatro años hasta la aparición de un nuevo libro de Teasdale: “Helen of Troy and other poems”. Tanto este trabajo como su ópera prima recibieron críticas positivas por parte de los especialistas.
En 1915, un año después de casarse con Ernst Filsinger, Teasdale publicó “Rivers to the sea”, una obra reeditada varias veces que se convirtió en best seller. Su siguiente paso literario fue aún más exitoso ya que “Love songs” le permitió recibir el primer Premio Pulitzer de Poesía de la historia y además el Premio de la Sociedad de Poesía de América.
Con “The answering voice” y “Flame and shadow”, Teasdale incrementó su producción literaria. Sin embargo, a finales de la década de 1920, comenzó a sufrir distintos problemas personales. Ante los viajes constantes de su marido por motivos laborales y aquejada por la soledad, Teasdale decidió abandonar la casa familiar en Nueva York y mudarse a otro estado por tres meses para estar en condiciones de solicitar el divorcio.
Una vez divorciada, la escritora regresó a Nueva York y se instaló muy cerca de su antigua vivienda. Sin embargo, nunca logró recuperarse de su depresión. Sara Teasdale se quitó la vida el 29 de enero de 1933 ingiriendo una elevada dosis de somníferos.
Llegará una suave Lluvia
Llegará una suave lluvia y el olor de la tierra,
y golondrinas dando vueltas con sus relucientes sonidos;
y ranas en los estanques cantando por la noche,
y ciruelos silvestres de trémulo blanco.
Los petirrojos vestirán su emplumado fuego
silbando sus caprichos sobre una pequeña alambrada;
y nadie sabrá de la guerra,
nadie se preocupará al fin cuando haya concluido.
A nadie le importaría, ni a un pájaro ni a un árbol,
si la humanidad pereció completamente;
y la Primavera misma, cuando despierte al amanecer,
apenas se daría cuenta que nos hemos ido.
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