Anna Andréievna Gorenko nació el 23 de junio de 1889 en un pueblo cercano a Odessa, hija de una noble familia de origen tártaro, Ajmat, de la cual tomó el apellido por el que la conocemos. Estudió latín, historia y literatura en Kiev y en San Petersburgo. Allí se casó con Nikolái Gumiliov en 1910, promotor del acmeísmo, corriente poética que se sumaba al renacimiento intelectual de Rusia a principios del siglo XX. Los acmeístas rompían con el simbolismo, de carácter metafórico, y restablecían el valor semántico de las palabras.
En esta línea Anna publica en 1912 su primer libro de poemas titulado La tarde. En ese mismo año nace su único hijo, Levy conoce a Modigliani, que influiría en su perspectiva artística.
Estos primeros escritos parecen intuir la gran soledad en la que se verá sumergida años más tarde, tras las trágicas consecuencias de la revolución rusa de 1917. En 1921 su marido fue acusado de conspiración y fusilado. Más tarde, su hijo será también arrestado y deportado a Siberia. Y, por último, su amigo e historiador de arte, Nikolái Punin, moriría de agotamiento en un campo de concentración en 1938.
Los poemas de Anna se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. Por temor a que fusilaran a su hijo quemó todos sus papeles personales. En 1944 pudo regresar a Leningrado con su hijo, ciudad devastada tras el asedio nazi. En 1945 el joven intelectual británico Isaiah Berlin quiso visitarla antes de regresar a Londres. Ese encuentro se prolongó durante veinte horas donde Anna le leyó sus poemas y se sinceró con él, pero esto tuvo trágicas consecuencias ya que su hijo volvió a ser encarcelado durante diez años. Esta vez la escritora se negó a silenciar su voz y siguió adelante con su poemario más importante, Réquiem, ahí explica que en aquella Unión Soviética los únicos que estaban en paz eran los difuntos y que los vivos pasaban su vida yendo de un campo de concentración a otro.
El libro fue publicado sin su consentimiento en Múnich, en 1963.
Al año siguiente viaja a Taormina (Italia), donde recibe el Premio Internacional de Poesía y en 1965 es nombrada doctor honoris causa por la Universidad de Oxford. Viaja a Gran Bretaña con escala en París y se publica en Moscú El correr del tiempo (1909-1965), un balance incompleto (y censurado) de su obra.
En 1966 Anna muere de un infarto en un sanatorio de las afueras de Moscú y es enterrada en Komarovo. Su obra, traducida a un sinnúmero de lenguas, solo aparecerá íntegra en Rusia en 1990.
La musa
Cuando en la noche oscura espero su llegada,
Se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
Y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
«¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?»
Y ella responde: «Yo soy aquella.»
AITZINSOLAS GISA
Jezhov-en urte beldurgarrietan, hamazazpi hilabetez, Leningradeko kartzelen aitzineko ilaretan hartu nuen itxaron lekua. Egun batez, inork «ezagutu» egin ninduen. Une hartan, nire atzean zen emakume ezpain urdindu bat, bistan zenez nire izena inoiz entzun gabea, bizi ohi genuen loalditik jalgi eta belarrira xuxurlatu zidan (han denok mintzatzen ginen ahapetik):
—Eta zuk, hau deskribatzen ahal duzu?
Eta nik:
—Bai, ahal dut.
Orduan, irribarre moduko zerbait irristatu zen inoiz aurpegi izandako hartan.
1957ko apirilaren lehena,
Leningrad
ESKAINTZA
Pena horretan dira mendiak makurtu,
horra ibai burgoia isurtzen ez dena,
kartzelen harresiak ezin dira urtu,
«presoen ziegak» soilik zaizkie agertu,
hantxe lurperatzen da hilkorra den pena.
Norentzat den haizexka arinen ufada,
norentzat ekiaren ilunabar txera,
andreok ez dakigu, beti hemen gara,
soldadu pauso latza dantzugun bakarra
eta kartzela giltzen kirrinka minbera.
Goizalbako mezara lez ginen esnatzen,
abiatu ginen hiri basa bihurtuan,
elkarren hilotz ginen elkarrekin batzen,
ekia beheitituta Neva zen itzaltzen,
esperantzazko kantu urrun agurtuan.
Sententzia... malkoak kolpetik jario,
besteengandik alde egin du andreak,
bihotza erauzita mindura medio,
gibeletik gorputza eraitsi bailion,
baina aurrerantz doa... ahul... bakarrean.
Non dira nire orduko patu partaideak,
infernu biluziko biurte hartakoak?
Nora ditu siberiar izotzezko haizeak?
Ilargi diskoan non amets emaileak?
Zuentzat nire gaurko agur gisakoak.
Dedicatoria
Las montañas se doblan ante tamaña pena
Y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
Detrás de ellos sólo «mazmorras de la trena»
Y una melancolía que es la muerte.
Para quién sopla la brisa ligera,
Para quién es el deleite del ocaso –
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
Sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
Y del soldado el pesado paso.
Nos levantamos como para la misa de madrugada,
Caminábamos por la ciudad incierta,
Para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
Bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
Mas la esperanza a lo lejos canta cierta…
La sentencia… y las lágrimas brotan de repente,
Ya de todo separada,
Como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
Como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
Pero marcha… vacila… aislada…
¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
De mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
Qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo
Para muchos
Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
El reflejo de todos vuestros rostros,
Es inútil el batir del ala inútil:
Estaré con vosotros hasta el mismo final.
Y por eso me amáis ávidamente,
Con todos mis pecados y flaquezas,
Y por eso me entregasteis sin mirar
Al mejor de todos vuestros hijos,
Y por eso no me preguntasteis
Por ese hijo ni una sola vez,
Y llenásteis con el humo de alabanzas
Mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y que más irreversiblemente ya no se puede amar…
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
Como la carne quiere separarse del alma,
Así deseo yo que me olvidéis vosotros.
Tú me has inventado
Tú me has inventado. No existe en el mundo
alguien así. No podría existir.
Ni los médicos curan ni los poetas alivian,
la sombra de un fantasma te perturba día y noche.
Nos encontramos en un año monstruoso,
cuando las fuerzas del mundo se habían agotado,
todo estaba marchito y enlutado por la desgracia,
y solo las tumbas eran frescas.
El talud del Nevá, sin faroles, era negro azabache.
La noche sorda se erguía alrededor, como un muro.
¡Entonces mi voz te llamó!
¡Qué hice! Yo misma aún no lo entiendo.
Y tú llegaste a mí como una estrella conocida,
huyendo del trágico otoño,
hacia aquella casa desolada para siempre,
de donde salió una bandada de poemas incinerados.
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