Joy Davidman nació en Nueva York en 1915. Sus padres eran judíos que emigraron a América procedentes de Europa Oriental durante su infancia. Su madre la educó contándole cuentos acerca de la vida de los judíos en Ucrania, una vida con más de seiscientas leyes rituales que gobernaban la vida rutinaria y donde la religión era una cuestión más de palabras que de espíritu. Sus padres abandonaron el judaísmo. Incluso la misma Joy se declaraba atea a la edad de 8 años, después de leer "Un resumen de la Historia" de H.G. Wells. "rechacé todo tipo de moralidad. Si la vida no tenía ningún significado ¿para qué vivir sino para el placer? Por suerte, mi mayor placer era la lectura; si no hubiera sido por ella, nunca habría sido capaz de mantenerne al margen de una vida pecaminosa como lo hice". La única filosofía que tuvo en la infancia era la creencia en la prosperidad americana. Sin embargo, su fe se vio destruida por la Depresión y, en 1930, ya no creía en nada.Sin embargo, también era poetisa y en sus versos se preguntaba si la vida consistía meramente en satisfacer los propios apetitos.Trabajó de profesora de inglés en escuelas de secundaria de Nueva York e ingresó en el Partido Comunista.Dejó la enseñanza para dedicarse por entero a escribir y publicó su primera novela, Anya, en 1940. Estaba basado en los recuerdos infantiles de su madre y describía muy vivamente la vida en una aldea judía en la Ucrania de finales del siglo diecinueve, vista a través de la hija de un dependiente de una tienda que rechaza las convicciones tan severas de su gente y se marcha en busca del amor, allá donde esté. Durante unos meses trabajó de guionista para la Metro Goldwyn Mayer en Hollywood. Después, en 1942, contrajo matrimonio con un comunista, William Lindsay Gresham. Gresham, educado como agnóstico, jugó un poco con la teología unitaria, pero después se convirtió en ateo e ingresó en el Partido Comunista. En 1937 se marchó a España para combatir en el lado comunista y pasó allí quince meses sin disparar un tiro, pero regresó en tan mal estado que poco después intentó ahorcarse.
Recuperado psicológicamente hasta cierto punto, se convirtió en un bebedor empedernido, aunque logró mantener algunos trabajos editoriales en revistas populares. Fue durante esa época cuando terminó divorciándiose de su primera esposa y se casó con Joy Davidman. Se establecieron en Nueva York y pronto tuvieron dos hijos, David y Douglas.el matrimonio seguía teniendo sus dificultades y en 1952 Joy decidió marcharse a Inglaterra con la esperanza de que algunos meses de separación les sirvieran de ayuda. Durante su viaje por Inglaterra, CS Lewis la invitó a Oxford y ofreció una fiesta en su honor en el Magdalen.
En 1953 Joy volvió a Estados Unidos con su marido Bill, pero era evidente que su matrimonio estaba roto. Él admitió el divorcio por deserción. Parece que fue en la primavera de 1956 cuando la amistad entre el solterón C. S. Lewis, con sus 58 años, y Joy Davidman (ex- Joy Gresham) se convirtió en amor. Al principio parece que ni ellos lo aceptaban. El 23 de abril de 1956 se casaban "por papeles" en una oficina de registros de Oxford, sin ceremonia.
ORACIÓN ANTES DEL AMANECER
He amado a algún que otro fantasma a lo largo de mi vida.
A hombres muertos con besos y ojos apagados
sombras en la casa de la memoria; destellos
en el aire del crepúsculo, nada más. No estaban allí
para decirme “no” cuando los deseaba,
así que era seguro amarlos.
Al igual que a dioses muertos,
ciegos ojos de yeso protegidos en museos,
las manos rotas sin el rayo
y deshechas bocas incapaces de reírse de las oraciones
que yo no pude dedicarles.
Y también a un fantasma peor
la delgada sombra sobrenatural del mañana
alejándome a toda velocidad de mis realidades,
que como nunca podía ser alcanzada
nunca podía decepcionarme.
Queridas sombras
imágenes de ramas desnudas en la nieve
ya derritiéndose; imágenes
del sol menguante entre sombras de eclipse
reptando como fantasmas de serpientes por el suelo
mientras pasa la sombra de la luna. Fantasmas de fantasmas
los ecos gorjeantes de los débiles muertos
que no hacen daño.
Solamente al terrible Ahora
No me atreví a amar. No a la palabra hecha carne,
no a la Encarnación portando una espada
que me golpease en el corazón; no a aquello que soy,
pero a su vez no. No a Dios,
o al sol, o a la sangre, o a cualquier cosa real
que pudiese decirme “no” cuando yo hablase.
Porque he amado a mi propio fantasma todos estos años
hasta cuando no hay nada diciéndome sí;
hasta cuando sólo hay un vasto y apagado vacío
en el cual ni siquiera estoy yo.
Oh, amor, deja que las sombras huyan;
Oh, sol vivo, Dios vivo, espada encarnada
de la realidad afilada, déjame ser herida,
pero déjame estar lo suficientemente viva para morir.
ENDYMION: HABÍA REZADO A LA DIOSA LEJANA
Le había rezado a la diosa distante todo ese tiempo,
con el loco deseo de que la Deidad se encorvase
y se inclinase al nivel del amor humano.
Pero esa distante plata clara no prestó atención
al deseo, imperioso en su dominio sobre mí,
Y cabalgó aquella noche con un montón de estrellas.
Sabía que estaba desafiando a los indefensos
Que el más mágico de los misterios
No era como atrapar y aplastar luciérnagas,
Ni siquiera era como la luz burlona que atrae
Una persecución en vano, sino que era inconquistable,
Una visión lejana, entronizada sobre una nube.
Entonces, la luna respondió y bajó hacia mí.
Oh, me había acostado durante muchas noches suspirando
Porque no estaba cerca, aunque sabía
que la luna brillaba más a lo lejos. Ahora
ha bajado, el sueño de años se ha hecho realidad.
Una sombra plateada flota sobre mi cabeza
La fría luna blanca se disuelve en el aire,
Y gotea plata líquida a través de los pinos,
Hasta rodearme de rocío plateado,
Todo el brillo suave dentro de mis brazos.
A pesar de todo sigue siendo mágica, en lo alto, por encima de los pinos,
Divina e inalcanzable,
Blanca-serena, mientras yo la mire.