No me asusta el cercano invierno
en el calor del pleno verano
porque sé que el ahora permanece en el después.
Cómo en una quieta cadena,
en la línea que forman los instantes,
hasta qué todo se vuelve presente,
en el fondo del ser.
No me asusta al amanecer
el hielo de aliento blanco
donde parece sin vida
la vasta naturaleza muerta.
Ya que el corazón tiene la luz
de todos los hermosos soles pasados;
y el recuerdo del pasado,
un millar de ánimos para los ojos.
No me preocupa tener que perder el aliento
en el último momento,
aunque el acantilado
corte el humilde camino.
El nuevo vino endulzará
los viejos lamentos en las viñas.
Razonando nuestro presente,
(se hará) el mañana de otros.
No me entristece recoger
las últimas flores del huerto,
andar sin aliento
buscando una razón para todos los límites.
Humillar todos los sentidos
ante la plena luz del atardecer,
pues conlleva el sueño más profundo
morirse para siempre.
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